Dos cadáveres exquisitos de la modernidad

En mi trabajo hasta hace un año y medio había un afiche pegado en la pared que no sé quién lo puso ni de donde lo sacó, de primera mano me había gustado y además me había planteado varios interrogantes acerca del mismo. El afiche reune un famoso cuadro del siglo XVII y una foto, uno de los iconos del siglo XX. La composición de las imágenes es algo así:
El cuadro es "La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp", obra que Rembrandt pintara por el año 1632, momento de auge y posterior decadencia del Renacimiento. Allí podemos ver al Doctor Tulp, famoso médico de la Amsterdam de aquel entonces que está impartiendo una lección de anatomía a un grupo de alumnos utilizando el cadáver de Adriaan Adriaanszoon, un hombre de 41 años condenado a la horca por robo. Se pueden hacer varias apreciaciones sobre la obra. Más allá del valor pictórico prefiero abordarlo desde otro lado. Ninguna obra en sí es una pura representación de su época, eso se debe por el simple hecho de que la cultura es un espacio en movimiento y sus manifestaciones dan cuenta de los cambios, tensiones, luchas y transiciones en la misma, este cuadro no sería la excepción. Pueden apreciarse aspectos tanto del Renacimiento como de la Ilustración, está claro que el hombre es el centro de este cuadro, no hay alusiones divinas pero también es claro que la forma en que aparece el hombre -al menos en el caso del cadáver- es bajo la forma de materia inerte, sometida a la categorización, medición por parte del profesional de la medicina, aspectos que luego retomaría el iluminismo burgués del siglo XVIII. Esta es la lógica moderna de concebir a la vida desde lo inerte, medible y material, desde lo muerto, como en carne propia lo sufriera el cuerpo del pobre de Adriaanzoon, una lógica de concebir el mundo a través de las ciencias, que lejos de ser neutrales -ya que la neutralidad no existe- responden a un estado en la lucha simbólica por la imposición de una cosmovisión. Las ciencias por aquel entonces formaban parte del proyecto de la burguesía que se hallaba en ascenso. En la imagen de abajo tenemos la histórica fotografía del cuerpo muerto del Che Guevara, quien fue asesinado por el Ejército Boliviano del por entonces dictador Rene Barrientos Ortuño. La imagen data del 9 de octubre 1967, y fue tomada en el lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, donde se expuso el cadáver que fue visitado por cientos de personas. Seguramente la idea de exponer el cadáver del Che por parte de la dictadura de Barrientos fue la forma que encontraron para comprobar fehacientemente la muerte del revolucionario y la desarticulación de su grupo guerrillero a nivel local y regional. Por otro lado se buscó advertir sobre lo que podía esperar cualquier movimiento que tomara las armas. Sirvió además como una señal -más- de "buena voluntad" y alineamiento con respecto a los Estados Unidos. En este caso el cuerpo es utilizado como mero objeto inerte para la advertencia y para el posterior adoctrinamiento y sometimiento de la población. Es un cuerpo que solo fue interpelado desde su materialidad. Pero la particularidad de este cadáver es su vitalidad, no solo por su aspecto no demacrado -que sorprendió a propios y a ajenos-, ni por sus ojos vivos, sino porque se volvió un icono de las luchas populares por la emancipación de la clase obrera, como la prueba factible de que es posible un cambio social. El cuerpo del Che muerto, lejos de ser una masa inerte, cargaba con todo un simbolismo, una vida anímica popular -no material-, que no era más que la condensación de las luchas pasadas que marcarían a fuego a varias generaciones hasta el día de hoy.

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